Políptico del Azar Verde. 1990 Madrid. Cuadro central, retrato de Toño, in memoriam.
Óleo sobre tela.
1994 Madrid
Instalación Liébana 332,67 x 241,8 cm, 1999 Cáceres.
Óleo sobre papel

Toño, In Memorian
Pieza central del Políptico del Azar Verde 1994 Madrid.
Óleo sobre tela 60 x 42 cm

Piezas del Políptico del Azar Verde. 1989-90. Óleo sobre papel 8,53 x 6,2 cm

1988
Óleo sobre papel
Políptico del Azar Verde
Instalación Liébana. Exposición Orígenes.
Palacio de San Jorge, 1999 Cáceres.

Sobre el Azar Verde.
Invoco el azar nuevamente para ver su danza sobre pequeños trozos de papel y lo que más me enamora de esas visiones son unos paisajes de puestas de sol con árboles sin hojas y ríos caudalosos, que surgen por pura magia.
Yo solo soy mediador en el hechizo.
Con un pincel grueso cogía la pastosa pincelada verde y la colocaba en el centro del cristal que me servía de paleta; en sí mismo el color es toda una belleza, aún hoy lo siento con cierta gula en el paladar, por eso nunca me extraño de que Van Gogh se comiera los colores, es gula cromática y, quién esto desconoce, da fe inmediatamente de que jamás ha sentido la excitación de pintar un cuadro.
Licuaba con abundante aguarrás esa pasta de óleo que se hace transparente a medida que se va diluyendo y luego, sobre diez o doce piezas separadas unas de otras en un tablero que ponía en el caballete, arrojaba en todas ellas la liberación del espíritu, la expresión.
Nunca dudé de que, en el trance de pintar, pudiera filtrarse el “duende” del arte – así lo llamo por utilizar términos flamencos que vienen al caso como anillo al dedo -, porque siempre, aparecía un “algo” que iba más allá de las experiencias vividas, o de los sueños, a los que jamás atribuí conexiones esotéricas ni les di explicaciones místicas ya que no parecía que fuera místico y mucho menos revelación lo que sentía: no, hombre, a tanto jamás llegó mi locura; lo que surgía en la diminuta superficie del papel era, sencillamente, bello e interesante y de ahí su carácter hipnótico que me fijaba como un poseso frente al caballete viajando por los azares que provocan los pigmentos.
En 2017 realicé una versión de esta obra en impresión digital sobre papel fotográfico para simplificar su exposición, así como para proteger el original pintado al óleo de una tortuosa manipulación en el montaje clásico.
Esta nueva versión impresa es un objeto que agrupa todas las piezas en un fuelle y se guarda en una caja estuche.