( Políptico negro, 93 piezas , óleo sobre correaje de transmisión de fuerza para motores, 15 x 9 cm.)

Esta obra junto con Altamira, Perfil de La Crucifixión y con el libro de
artista Querubín, cierran el periodo de los doce años que trabajé en el
estudio de la calle San Pedro en Madrid.
Aunque en un principio lo llamé del Azar Negro, finalmente opté por
eliminar la palabra azar ya que no se trataba del mismo juego que en
los Azar Rojo y Verde.
La única similitud que conserva con estos, es su carácter de
monocromía repetitiva.
El método de trabajo consistía en arañar la mancha negra con un
punzón y así obtener grafísmos que son expresiones y signos muy
cercanos a lo caligráfico.
De nuevo recurrí a la memoria de lo hecho volviendo al origen, a los
hallazgos que surgían siguiendo el camino del informalismo y la
sobriedad expresiva del negro; con una ausencia total de
preocupación por la oscuridad que fluía de la paleta, ya que era
consciente de estar finalizando una etapa para volver a empezar
partiendo de cero en otro lugar.
Así pues este trabajo supuso, junto con Altamira, un homenaje a los
principios que impulsaron mi vocación artística, los absorbidos de la
fuente del Jardín de las Delicias del Bosco y el resultado de mi
fascinación por los homúnculos de Manolo Millares o por el Gran Rojo
de Rothko.
Del mismo modo, en el Libro Querubín, hago un homenaje a Marcel
Duchamp y sus ready-mades, de cuyo sentido lúdico extraje no pocas
aplicaciones en el debate de mis ideas.

Instalación el Políptico Negro, sala Juan Gris, Centro Cultural Conde Duque 1.998.