Sin duda, un políptico que reúne todas las inquietudes que motivan mi
obra es este friso de catorce cuadros y un estoque pintado en el
estudio de la calle San Pedro ya en la última etapa, en 1994.
Esta pintura son retratos formando un políptico que sugiere la fijeza
del movimiento en una instalación conceptual que habla de la violencia
del gesto humano al dar muerte y que reprocha ese acto de matar por
razones estéticas.
Se trata de fundir el instante de la fijeza del matador y su arranque
mortífero al hacer el volapié en un solo gesto, el que se certifica tras
visualizar numerosos videos donde todos los matadores coinciden en
una frase dicha entre dientes: “Te voy a matar”.
Es mi último trabajo con este tema, que no eludo tratar con el cuidado
estético de cualquiera de mis otras obras ya que es desde el arte
desde donde se habla.
El matador culmina su acto matando, y alrededor giran toda una
suerte de troníos barrocos que suenan cada vez más a eufemismos: el
colorido, la fiesta, los encorchados plata y oro, nada merman la
crueldad del que se retrata, ni de la muerte, la del otro.
Poder tratar este gesto en primer plano gracias a teleobjetivos
fotográficos es un recurso que atrapa el movimiento, pero lo congela,
de ahí mi preferencia por el vídeo; no sólo porque el movimiento que
recoge es real, sino porque no impone la particular visión de nadie, en
ese sentido sí es objetivo.
Matar es toda una decisión, sin ella no se mata, se muere y quien
empuña el estoque es tan consciente de lo que hace, que junto a la
frialdad de matar, expresa el horror a la muerte; no puede haber un
gesto más vil.
Por eso me interesó tratar el tema con todo realismo, el gesto del
matador no es una interpretación, es realmente el gesto más
inhumano del hombre.