Es la inserción en el cante de un ¡Ay! aflictivo y prolongado o de varios ayes sucesivos que, con independencia de la copla, se insertan en ella al principio, en medio o al final.

Políptico del Quejío.

Políptico del Quejío , 25 piezas de oleo sobre tela cada una 33 x 33 cm.
Sobre el Políptico el Quejío.

Camarón.

Camarón arte flamenco patrimonio de la humanidad
Camarón, Óleo sobre tela 33 x 33 cm. publicado en la primera edición de la Integral de Camarón, Universal Music S.A.

De Flamencos

El Tocaor, retrato póstumo de Sabicas. 1994 Madrid
Óleo sobre tela, 100 x 100 cm
Deconstrucción. Rajado en tiras horizontales, onduladas,
irregulares, a mano alzada, encolado a tabla.
La Blanca Roja, retrato de Blanca Li
Óleo sobre tela, 165 x 165 cm
1994 Madrid. Deconstrucción.
Rajado en verticales, irregulares, a
mano alzada, encolado a tabla.
Museo de Arte Contemporáneo de Cáceres
Estrella Morente
Óleo sobre tela, 150 x 150 cm
2000 – 1 Madrid. Deconstrucción.
Rajado en verticales, irregulares, a
regla, encolado a tabla.
Colección Jotta, Marbella.

Zapateado, La Antonia. 1994 Madrid
Óleo sobre tela, 100 x 65 cm
Deconstrucción. Rajado en tiras
verticales, irregulares, a mano alzada,
encolado a tabla.
Colección particular, París.
La Negra, retrato de Angelita Montoya
Óleo sobre tela, 65 x 100 cm
1994 Madrid. Colección familia Puente.
Marina Heredia
Óleo sobre tela, 150 x 150 cm.
2002 – 11 LTDE Hambrán.
Cuatro bocetos de Encarnación Fernández
Óleo sobre tela, 33 x 23 cm cada pieza.
1998 Los Alcáceres
.Zapateado, La Antonia. 1994 Madrid
Óleo sobre tela, 100 x 65 cm
Deconstrucción. Rajado en tiras
verticales, irregulares, a mano alzada,
encolado a tabla.
Colección particular, Murcia.

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La Blancarroja y el retrato La Mujer Rota, antes de la deconstrucción.
Estudio de la calle San Pedro, 1994 Madrid.
Galería Le Monde de L´ Art, 1995 Paris.

La obra más significativa de aquéllos años marcados por el 5° Centenario fue El
Quejío, un trabajo en el que volvían a unirse dos de mis más enraizadas
inquietudes, el retrato y el políptico, a las que se unió el descubrimiento del
flamenco imponiéndose hasta convertirse en el tema central de alguno de mis
cuadros más allá del año 2000.
El cante, aparte de una música insuperable, es un laboratorio del gesto capaz de
mostrar con una claridad portentosa la forma de los sentires humanos.
Analizar el cante flamenco desde la creación plástica, fue una buena razón para
seguir la ruta de la pintura y dejarse llevar por el expresionismo, en un tema que
necesitaba de éste para captar la fuerza del quejío, trazando el retrato en pleno
movimiento para alcanzar lo que ahora ha venido a llamarse la realidad
aumentada, que para mí no es otra cosa que el movimiento de la fijeza en una
simbiosis con la expresión del cante.
No era un proyecto para hacer un homenaje al flamenco, ni por supuesto para
emparentar con el folclore nacional; mis motivaciones seguían la misma inquietud que da sentido a toda mi obra, la captación del movimiento expresado en la fijeza de una imagen cuando es contemplada.
Esa fue la búsqueda de esta obra que imponía una ley elemental, trabajar el
movimiento desde el movimiento, renunciando a partir de instantáneas
fotográficas que congelaban la naturaleza del instante.
Mi método de trabajo consistió en dos actividades complementarias, una
presencial y otra de análisis.
Por un lado me convertí en público asiduo de los conciertos flamencos, que se
pusieron muy de moda en el Madrid de aquellos años; no para dibujar apuntes de los cantaores ya que, ejerciendo esa disciplina en directo me perdía disfrutar del cante al tener que estar concentrado en mi dibujo, así como la observación del gesto del cantaor, que pronunciaba su quejío en un contexto y un clima irrepetibles.
Así es que para estar libre y tener el recuerdo fiel de las emociones expresadas en los conciertos, recurrí al vídeo que por aquella época aunque aún no se había
desarrollado el medio digital, sí se lograba una calidad aceptable con el formato
HI8.
La ventaja del vídeo es obvia; la imagen, al estar en movimiento, puede
estudiarse cuantas veces sea necesario, con la certeza de saber incorporar mi
emoción, la sentida en el momento en el que el cante brotó y se transmitió a mi
sensibilidad.
Finalmente sería el cuadro, con un lenguaje abstracto que hablaba desde la
forma, el color y el gesto, quien debería desgarrar un quejío y cantar.