( Fragmento )

La Liberté, fragmento.

Instalación de LaLiberte. Sala de exposiciones San Esteban, Murcia.
Políptico de la Liberté
Exposición Orígenes.
Palacio de San Jorge, 1999 Cáceres.

La Liberté abría de par en par las puertas de lo lúdico, era verdadera esencia de la creación, el oficio de dios.
Lo que a priori parecía un disparate, quemar la obra, fue el desencadenante de un proceso de búsqueda integral, sin duda el más interesante de cuantos yo me he propuesto.
La Liberté es conceptual ya que la sacudida emocional que se produce al visualizar mentalmente la gran experiencia que llegó a convertirse en la primera pieza de la obra, origina un discurso que se larva en los cinco siguientes años de forma poética, hasta eclosionar en el 1997.
La aspiración a crear una ceniza que contuviera mí expresión directa y que además resistiese sin desintegrarse el salto que había que dar desde la llama hasta la mesa, era un problema técnico que consistía en repetir idénticas, las circunstancias que una vez, tiempo atrás, se dieron al producir casualmente
aquella primera pieza. Por esto, a pesar de no haber experimentado el procedimiento en todos esos años, albergaba la certeza de que era posible, solo debía esperar la llamada lúdica que impulsara tal creación, y esta se produjo en 1997, otro año nómada donde la carencia de un taller estable, propiciaba, como sucedió en 1981, año de mi primera pieza conceptual Movimientos de la Luna, el brote desde
cero de la nueva obra. Una obra que me hizo ser feliz como ninguna otra ya que unía muchas cualidades que la convirtieron en una gran experiencia.
La Liberté fue algo crucial en mi trayectoria artística, porque con ella relativicé los cuestionables postulados del arte al uso, que obligaban marchar al paso de homologadas doctrinas estéticas extraídas de la bancarrota ideológica del fin de un siglo, sumido en la macro-ilusión del multiculturalismo, cuando la realidad del arte contemporáneo era más elitista que nunca.
Un espejismo homologado por un pensamiento políticamente correcto para poder salir de la oscura ergástula, ya que de ninguna manera se permitiría un arte sin esas bendiciones, como si sólo fuera posible ese arte, ese mundo, ese presente.
Le dije pues, sí al corazón y me entregué a esta obra, consciente de haber
encontrado otro lenguaje divino en el juego de la creatividad.
Un lenguaje en el que había que descubrirlo todo porque se partía de cero, al menos sin referencia técnica y de concepto; que me permitía la virtud de mostrar mi singularidad con un lenguaje universal, ya que el fuego, su furor energético, me incitaba constantemente a la expresión.
Como siempre, no se trataba de que a partir de ese descubrimiento técnico,
toda mi obra posterior tuviera que avanzar por el mismo camino; desarrollé, con algo más de doscientas piezas que componen el Políptico de la Liberté, dos de mediano formato y otras dos de 200 x 50 cm toda la experiencia, y concluí, porque una multiplicación ilimitada del proceso, hubiera arruinado la belleza del concepto y su significado intangible.